Los modelos físicos de marrón, a diferencia de los matemáticos, se basan en la
experimentación y en la semejanza del comportamiento de los marrones con otras leyes
existentes en la naturaleza.
Sabido es que nuestros ojos, especializados en una mayor y minuciosa distinción entre
tonos de verde -en el centro de nuestro espectro visible- captan longitudes de onda que
van desde los violetas hasta el rojo. Por encima de aquéllos continúan los
ultravioletas, cuya contemplación se reserva como privilegio para ciertos insectos, y por
debajo del rojo descienden los infrarrojos que, si bien no excitan ya nuestras retinas,
sí percibimos como calor a través de los sensores de nuestra piel. Por eso decimos que
los tonos próximos al rojo son cálidos y, por contraste, que los violetas y azulados,
fríos (véanse los grifos del lavabo, pongamos por caso, y sus consabidos lunarcitos de
colorines).
Pero ¡ay los marrones!. No los busques en el espectro de la luz. Ni el más puro de
los diamantes, con sus índices de refracción altísimos y sus capacidades cirujanas de
separar colores. Ni en el arco iris. Porque unos y otros no ofrecen sino colores puros y
sus transiciones ordenadas, sublimes, matemáticas. Puras.
El marrón, obténgase como mezcla de luces o de pigmentos (síntesis sustractiva o
aditiva) no es sino un batiburrillo amorfo donde todos confluyen sin orden ni concierto.
Es la suma de todos los colores. Y la negación también de todos ellos. Es la
antimatemática, el barullo, el anticristo. El caos hecho tono.
Mezcla magenta, cián, amarillo de cadmio y negro. Cada uno de ellos, en la proporción
que quieras. El resultado siempre será el mismo: feos marrones. Más cálidos, más
fríos, más caquis (la palabra lo dice todo), marrones en fin: símbolo inapelable de lo
que la sabiduría popular ya conoce. (En los distinguidos clubes británicos para
caballeros está tajantemente prohibida la entrada con trajes de tal color). El marrón es
el todo. Provenga de lo sublime o lo cenagoso, sigue siendo marrón. Tire a magenta,
cián, amarillo o negro, provenga de cualesquiera puntos cardinales, cielo o abismo. De
amigo, enemigo o indiferente, caos a la postre.
10.2. Ley de la gravedad del marrón
"Cuanto más grave es un marrón, más deprisa te cae, y más te cuesta
quitártelo de encima"
La ley de la gravedad dice que todos los cuerpos caen hacia abajo con una fuerza
proporcional a su peso.
Para los marrones existe también una fuerza de la gravedad que les empuja hacia los
browneds con una intensidad proporcional a su volumen.
10.3. Modelo eléctrico del marrón
Las expresiones "Cuando te acaba de caer un marrón estás que echas
chispas" o "Estar quemado por un marrón" no son totalmente
casuales. El hecho responde al comportamiento eléctrico del marrón.
A continuación pasamos a detallar algunas propiedades que se han observado en el
comportamiento de los marrones, de cara a que cada uno sepa a qué atenerse cuando le "enchufan"
un marrón.
10.3.1. Ley de MarrOhm
En el mundo marronil, la Ley de Ohm se conoce como la Ley del MarrOhm. Esta ley se
escribe así:

Donde:
V es la tensión a que te somete tu jefe para colarte el marrón
R es la resistencia que tu opones a que te lo cuele
I es la intensidad total del marrón resultante
Esta fórmula sólo es de aplicación para valores normales de los parámetros, ya que
si se elevan exageradamente la tensión o la resistencia habría que sopesar la existencia
de algún cortocircuito o derivación y el punto de ruptura del dieléctrico.
10.3.2. Cálculo de potencia de un marrón
A partir del conocimiento que nos da la Ley del MarrOhm, se puede obtener la potencia
real de un marrón:
P=I·V·cos(Fi)
Donde I y V son la intensidad y la
tensión, como se dijo antes.
Fi es el ángulo de desfasaje entre I y V. Al coincidir en el
tiempo la Intensidad del marrón con la Tensión de tu jefe, se produce el punto máximo
de enmarronamiento, puesto que además de estar hasta arriba de trabajo, el jefe se pone
pesado. Es en este caso cuando el cos(Fi) se hace máximo.
Si se da la circunstancia de que la presión del jefe no coincide con el momento de
máximo trabajo, el enmarronamiento se lleva bastante mejor. Este fenómeno viene
reflejado en el que el cos(Fi) disminuya.
El caso óptimo (pero infrecuente) viene dado si tu jefe no te presiona cuando tienes
un marrón encima (cos (Fi) = 0). En este caso, el marrón se diluye por sí mismo y deja
de ser tal, con lo que su potencia se hace cero.
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